
El enfermo que padece cáncer, algo ya de por si suficientemente duro y traumático, recibe los tratamientos en espacios muy poco amables donde a nadie le gustaría pasar algunos de los momentos más críticos de su vida.
Y no solo los enfermos, sino que también todo el equipo médico, cuidadores, investigadores, familiares, personal de limpieza… todos los que contribuyen día a día con su trabajo y esfuerzo en la lucha contra el cáncer lo hacen en espacios donde jamás diríamos que nos apetece pasar realmente mucho tiempo.
La arquitectura sin duda sirve para mejorar la calidad de vida de las personas, tanto sanas como enfermas, afecta el estado de ánimo, ilusiona, motiva, estimula, acoge, calma…
Nos enfrentamos a la extraordinaria oportunidad de aportar ideas para un proyecto tan bonito y atractivo como la concepción de la “Casa de la Vida” buscando precisamente dar la vuelta a esa situación y llenar de sensación de confort, alegría y vitalidad justo lo que psicológicamente asociamos con todo lo contrario.
Un reto que permitirá hacer de estos centros lugares de encuentro donde apetece ir, porque allí se podrá aprender, compartir tiempo con los enfermos, curar, trabajar, debatir. Gracias a que su diseño está pensado para provocar la calma necesaria para retenerte dentro y querer interactuar con las personas que hay dentro y con el propio espacio.
Eso es precisamente lo que proponemos: queremos que los futuros usuarios, al pasar un rato dando cariño a un enfermo, puedan decirle así sin darse cuenta en medio de una de esas conversaciones tranquilas con las que llenamos los silencios… “¡qué bien se está aquí!”.