La familia con dos hijos buscaba una casa particular adaptada a su forma de vida creativa y hogareña, con espacios para tocar música, dibujar, bailar, cocinar juntos… Un edificio muy eficiente energéticamente, con un consumo casi nulo, cómodo, funcional… donde todo pueda estar guardado y ordenado fácilmente.
Para crear una casa especial y personal los arquitectos propusieron un juego de volúmenes prismáticos apilados unos sobre otros. Elementos diferentes e irregulares, pero que juntos configuran la vivienda.
Parecen como unos contenedores abiertos al paisaje, al horizonte, y también a la parte trasera de la parcela, al jardín. Un juego formal que organiza a la vez el programa de la casa, ya que cada cajón contiene un uso concreto: una pieza acoge la cocina, otra los dormitorios, la pieza superior la biblioteca y zona de estudio y el espacio abierto entre todas ellas es para el salón y zona de estar.
La vivienda se asienta en el punto correcto para optimizar las vistas y la comodidad de acceso y uso del jardín, estudiando cuidadosamente la pendiente para conseguir sacar un sótano donde guardar los coches. También la posición de los árboles de la parcela para crear ambientes exteriores y que la vida no suceda solo dentro de casa.
Respondiendo a los requerimientos de bajo consumo energético de los clientes, los arquitectos dotaron la vivienda con dos tipos de envolventes muy eficientes. Las fachadas frontal y trasera se resuelven con unas piezas metálicas color verde carruaje (proveniente de la arquitectura tradicional local), dispuestas de forma que crean una cámara autoventilada natural, sin necesidad de aporte energético alguno, controlando así la incidencia del fuerte sol madrileño sobre las fachadas más expuestas.
Por el contrario las fachadas y cubiertas laterales se recubren con sistemas de aislamiento térmico exterior en este caso ya sin necesidad de creación de fachada auto-ventilada, debido a que los propios árboles de la parcela arrojan sombra sobre estos paños quedando así más protegidos.
Estos se acaban en color blanco, que contrasta deliberadamente con el color verde carruaje, potenciando el gesto formal que define la casa: unas cajas apiladas en una ladera, superpuestas equilibradamente creando un retablo, un frontis residencial lleno de personalidad que se convertirá en el símbolo de una familia decidida a no conformarse con vivir de forma convencional en cualquier casa.